Luego del paseo, que podría haber durado unos minutos o tal vez incluso
una eternidad, Clarisse le preguntó a Montag, con una expresión de intriga y
curiosidad en su rostro.
- ¿Es usted feliz?
- ¿Que si soy qué? – replicó él... Pero ella ya se había marchado,
corriendo debajo del claro de luna.
< Claro que soy feliz. ¿Qué se cree esa muchacha? ¿Qué
no lo soy? > se dijo a sí mismo con una sonrisa.
... Una vez dentro de su habitación, escuchó el
zumbido en el aire, semejante al de un mosquito, cual murmullo eléctrico de una
avispa oculta en su nido. Montag sintió que su sonrisa desaparecía… Oscuridad.
No se sentía feliz. No era feliz, en absoluto. Pronunció las palabras para sí
mismo. Llevaba su felicidad como una máscara, y la muchacha se había marchado con
su careta y no había manera de ir hasta su puerta y pedir que se la devolviera.
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